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LOCO MOYA

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Hoy hemos tenido el descanso merecido, después del esfuerzo acumulado de los últimos días.

Somos conscientes de que esta expedición todavía no ha terminado. Con lo cual este descanso es tan solo una tregua, un paréntesis en este proyecto. El día lo hemos dedicado a reorganizar material y planificar el ataque al Alpamayo, nuestra Itaca, nuestro sueño, nuestro objetivo.

Hemos buscado información de última hora. Al parecer, la montaña se encuentra en buenas condiciones.

Después del accidente, ha llegado la calma, así es la montaña. Los escaladores frenan sus intenciones cuando las noticias no son favorables. Una actitud humana fácil de comprender. Pero la montaña sigue en su sitio, siempre con su imagen serena, siempre altiva, siempre poderosa, no se inmuta ante ningún acontecimiento. Sin embargo, hoy hemos conocido a un tipo especial, de esos que entienden a la montaña y se comportan como ella. Manuel Moya, loco Moya para los amigos, un chileno, estudiante de Ingeniería, con un perfil montañero intachable, no tanto por su currículo deportivo, sino por su temple por su forma de enfrentarse a las laderas. Él llego al CI del Alpamayo un día después del accidente, la operación de rescate ya estaba en marcha con lo cual nada podía hacer. Sus intenciones no cambiaron, su análisis fue claro, se enfrentaba a una montaña, serena e insensible ante los acontecimientos. Loco Moya actuó con las armas del Alpamayo y se enfrento a sus laderas con frialdad y con calma, midiendo cada paso, dosificando cada esfuerzo. Paso por al lado del cadáver del argentino pero su mirada se centro en el camino hacia la cumbre. Diez y nueve horas después de comenzar su ascensión, a las nueve de la noche alcanzaban la cumbre del Alpamayo, solo su cordada fue capaz de enfrentarse a la Directa francesa.

Así son las cosas, solo las personas capaces de mantener el desafío a pesar de las circunstancias, son los merecedores de alcanzar sus propósitos. Con tesón, decisión y sin perder jamás la ilusión.

Fran Lorente